JUAN CARLOS OLIVA
Corría el Año de Gracia de 1913; primero fueron brisas suaves y luego vientos extraños, los que soplaban en el Meridión italiano, en el otrora Reino de Nápoles que luego se convertiría en el Reino de las Dos Sicilias y, por último, en parte integrante de la Italia Unificada.
Esta zona de esta parte de Europa, duramente castigada por invasiones de todo tipo, abusos de señores feudales en todas las épocas, fue formando en sus habitantes una epidermis sensible a acontecimientos que pronosticaban, por esos motivos, derramamientos de sangre con el consiguiente sufrimiento de sus habitantes, que fuera transmitidos, incluso genéticamente, a través de los genes que luego portarían los hijos, nietos, etc.
Hoy día, la memoria genética celular, el desarraigo, los abusos, los malos tratos recibidos, el internarse en mundos nuevos de tierras, olores, idiomas, costumbres, tradiciones distintas, el olvido, muchas veces, de dónde provenían por miedo a ser deportados; algunos, en la desesperación, no avizoraban que podían caer en redes de tratas de personas, era la desesperación por huir de un lugar para tener la paz que deseaban, desafiando los mares, los fríos y las tormentas en las cubiertas de barcos que apenas podían pagar su pasaje, para abordar un barco esperándolos en un puerto que estaba situado a muchísimos kilómetros de distancia para poder abordarlo; caminos de tierra, no carreteras asfaltadas o autopistas, (estamos a fines de1913) y creyendo que un día, podrían volver a ver a los suyos, cosa que nunca ocurrió, al
menos con ellos.
Estas dos fotos que presento, una de ellas era para enviar por mis bisabuelos a familia de mi padre a la Argentina, a Buenos Aires, y la otra, era la fotografía que iba a mandar mi abuelo paterno, a su familia en Mormanno, provincia de Cosenza, Calabria, en ese momento: Reino de Italia; pero ambas quedaron en sus lugares de origen: una en el pueblo natal de mi abuelo Giovanni Oliva: la otra, encasa de mis abuelos, que la heredó una de sus hijas y me llegó a mí a través de uno de sus
bisnietos. La familia en Buenos Aires, no habló italiano: mis abuelos lo consideraban peligroso, no por el idioma en sí, sino por gente que producía cierto tipo de disturbios (su primer domicilio lo tuvieron a unas 10 cuadras del lugar donde se inició en Buenos Aires, la llamada “Semana Trágica” y aún estaba en vigencia la ley de Residencia llamada también “Ley Miguel Cané”; tampoco podían hablar en su dialecto, pues mis abuelos, uno era de Calabria y la otra era de la Basilicata con dialectos
distintos. Pero… ¿Cuáles fueron los motivos por los que estas fotografías no llegaron a su destino cuando fueron tomadas, aproximadamente en 1929?
Y es aquí cuando se hacen presentes esos sentimientos de “piel sensible” a ciertos “vientos extraños, raros y cambiantes”, presentían un conflicto bélico de envergadura importante; mucho habrán hablado en Mormanno mis bisabuelos: Francesco Saverio Giuseppangelo Oliva con mi bisabuela Lucrezia Domenica Armentano y sus hijos Giovanni, Anna Rosa y Giuseppangelo, el menor, que cumplía 18 años en el año 1914 y de alguna manera, el amor familiar pudo más, corría serio peligro la supervivencia de la familia y es entonces que hubo que tomar una decisión: los hijos, debían partir al nuevo mundo (quien pueda ver el film “La Dama de Oro”, hay una parte que
refleja este episodio desgarrador cuando la hija se despide de sus padres en Viena).
Para ello, en este viaje, mi bisabuelo Francesco Saverio acompañará a sus dos hijos varones a Buenos Aires, donde habrían arribado a Buenos Aires cerca de principios de 1914, donde residirán en la casa que posiblemente alquilaba uno de sus familiares en la avenida Brasil, hoy la casa ya no existe. En octubre de 1917, mi abuelo se casa con quien será mi abuela, que aún era menor de edad; es probable que mi bisabuelo haya estado en la boda de su hijo Giovanni. Luego, emprenderá el regreso a Italia, en una Europa donde ya estaba declarada la Primera Guerra Mundial; más tarde será la Guerra Civil Española, precursora del que luego será la terrible Segunda Guerra Mundial y, con ella, quedaron sepultados los sueños de mis abuelos de poder reencontrarse con mis bisabuelos. Seguramente hubo alguna carta (por supuesto manuscrita, que habrán escrito, donde ya, tomando alguna fotografía, podían, al menos, ver cómo estaba cada uno de ellos y cómo sus familias; de ahí, que hayan sido fotografiado con sus hijos en Buenos Aires y mis bisabuelos con su hija que había quedado en Italia y ya se había casado y había tenido dos hijos varones, pero ignoro
el motivo por el que no se encuentra su esposo en la foto, pero las mujeres, llevan luto; los hijos no pudieron sepultar a sus padres, no pudieron colocar una flor en sus tumbas y nada pudieron más hacer. El llamado de la sangre, hizo que yo pudiera entrar un día a la casa que vio nacer a mi abuelo y asistir al cementerio del pueblo. Nunca los sentí tan cerca, como si, de alguna manera, sintiera su agradecimiento.
Pero ni una ni otra foto, llegaron a su destino sino hasta 1998 la de la familia en Italia, a pedido de una tía, hermana de mi padre que se llamaba como su abuela y es aquí que pregunto si tenían una foto de la abuela de ella y su hijo, me envía la que se encuentran su familia, y la abuela de tía Lucrecia.
La otra fotografía, llegará a Italia, portada por mí, en el viaje que hice con mi esposa en octubre de 2015: tarea cumplida.
Cuántas historias como ésta se guardan en los arcones, valijas, ya sean de inmigrantes italianos, o de donde sean, de cualquier parte del mundo. Sólo hay que abrir esos arcones y reconstruir lo que se pueda reconstruir en esta tierra que sólo busca la paz, esa paz que buscamos todos, para que se desarraigo no ocurra nunca más.
Un amigo de Mormanno cuya madre conoció a mi bisabuela Armentano, me comentó que mi bisnonna miraba siempre por la ventana de su casa como esperando la llegada de sus hijos que nunca más volvieron al pueblo.
Invito para ello., sin despreciar la abundante literatura y materiales de otra índole, a escuchar a los jóvenes cantar por la PAZ en algunas de las tantas canciones que ellos mismos cantan, sólo por
nombrar algunas de ellas:
Ya Pasará (Carlos Rivera)
Grito de guerra (Carlos Rivera)
Sincerándome (Carlos Rivera, video oficial)
Hoy quiero agradecer la vida al Cielo (Mónica Naranjo, en idioma catalán subtitulado castellano)
Somos el mundo (Grupo de jóvenes por Haití)
Madre anoche en las trincheras (Luis Cotobal)
The holly city (Emmet Cahill)
Todo a pulmón (Alejandro Lerner)
Juan Carlos Oliva
Maestro Normal Nacional, Guardaparque, Bibliotecario Nacional, Lic en Museología
juancaoliva@gmal.com
Hermoso Carlos Oliva...gracias
ResponderEliminarMuchas gracias Marilú.
ResponderEliminarFe de erratas: en este caso, por un error de tipeo, se me deslizó que mis abuelos se casaron en octubre de 1917. Corresponde octubre de 1914. Lucrecia nació en 1916 y mi padre en 1918, tres meses antes de comenzar la "Semana Trágica" a diez cuadras de allí.
No podían faltar: "Che sarà" (Nicola di Bari en italiano, o José Feliciano en castellano)
ResponderEliminarNi
Vino griego (José Vélez)