La voz de los olvidados
Es triste llegar así a viejo
Cuando nos cuidan extraños
Como objetos vacíos, oxidados...
Porque mis manos tiemblan,
Mis piernas no me sostienen,
Mi columna se ha vencido
Igual que mis años cumplidos;
Y en mi cabeza anidan aves
Con cientos de nidos oprimidos...
Andadores, sillas de ruedas,
Algún bastón de metal o madera.
Cama ortopédica para los más desdichados.
Dientes postizos, audífonos encastrados.
Somos un cúmulo de achaques,
De innumerables calamidades,
Somos viejos desafortunados
Que no le importamos a nadie.
Feliz de aquellos mortales
Que no están vegetando por años...
Sobre sillas, sobre mesas,
Soñamos los desventurados
Con esos días felices por todos despreciados.
¡No nos hagan a un lado!
Una vez fuimos jóvenes, lozanos,
Les dimos cariño, los cobijamos.
¡Óigannos, somos la voz de los olvidados!
SEGUNDO PREMIO CRISTINA ELVIRA SAMARA
Solo un niño
Sólo un niño…
Carita feliz,
mirada risueña,
pequeñas pisadas,
que serán promesas.
Infancia en flor,
que solo anhelas,
dibujar la alegría
en canción de Sol.
Pobreza, cual sombra intrusa,
cubre tu infancia de sueños,
largas jornadas de agobio,
menguan tu descanso,
laten con tu hastío.
El Sol se vuelve negro,
cuando te ve deambular,
pequeña niña en vigilia,
gemidos de frío en soledad.
Yaces aquí, cuando amanece
moneditas de pan y un vaso de leche,
al abrigo de un saco perdido,
al abrazo de otro niño con frío.
Infancia cautiva,
de la pobreza y el olvido,
de la mirada esquiva
y del juicio encendido…
Vergüenza dormida
¡Despierta!
Derechos de niños,
derechos
cautivos
Jugar,
tu derecho sólo cobra vida,
entre tiempos escondidos,
y cómplices risas de niños.
Aprender,
tu derecho más esperado,
busca refugio
en lo oculto,
y evita ser olvidado.
Sapiencia se hace camino,
entre la oscuridad y el silencio,
burlando al destino incierto,
que a su paso te encadena.
Sólo buscas los libros,
que te permitan crear,
mundos lejanos y vivos,
donde hallar LA LIBERTAD
TERCER PREMIO JORGE ESTEBAN COSTA
DE AQUELLOS TIEMPOS (1)
Ingresas
a mi mente sin esfuerzo,
en tiempos de
mi vida adolescente,
donde luchaba
por buscarte sutilmente,
para soltar las fantasías de mis sueños.
Y te has
quedado en aquella etapa de mi vida,
como un
perfume que agita mis sentidos,
y percibo que
este tiempo que se ha ido,
se ha
transformado en tenaz melancolía.
Te has
quedado para siempre en aquel barrio,
donde conocí
tu alegría y tu inocencia,
donde no me alcanzaba la
paciencia,
para aguardar
nuestro encuentro solitario.
Te has quedado
en aquel tiempo de ventura,
donde el sexo
era un pensamiento de osadía,
cuando solo
por quererte pretendía,
rozar tu piel
y admirarla en su tersura.
Te has quedado
en aquella tarde lejana y loca,
donde juntando el coraje de un
valiente,
comencé
besándote la frente,
para terminar
descendiendo hasta tu boca.
Te recuerdo
tan ansiosa como el día ,
que con los
ojos, mirándome oferente,
al descubrirme
besándote la frente,
bésame en la
boca me decías.
Te recuerdo en
la evocación de esas etapas,
cuando la
ansiedad era frenada por consejos,
que venían
provenientes de “los viejos”
que intentaban
posponer lo que deseabas.
Te recuerdo en
aquellos momentos tan lejanos,
perdido en los
mil laberintos de la vida,
cuando
nuestros cuerpos de niños se encendían,
tan solo con el roce de una
mano.
Cuando la vida
giraba en melodías,
(2)
donde todo era
más suave y llevadero,
donde
evaluábamos felices los senderos
por donde
nuestra joven inquietud nos llevaría.
Tiempos de
estudios, de proyectos y de entrega,
que fueron envejeciendo en
una esquina,
como aquel niño
grande que todavía no se anima,
a abandonar sus
sueños de quimeras.
Hállame
hoy, muchacha linda y caprichosa,
en la misma
esquina donde murieron mis ansias,
busquemos la
ilusión aquella de la infancia,
y vivamos otra
vez la edad dichosa.
CUARTO PREMIO - SUSANA ELIZABETH JOFMAN
Musas, no se retrasen tanto
Hoy por aquí, las musas
siguieron de largo…
Juntas las nueve
apuraron su paso
¿A qué poeta llevarán su inspiración?
¿A quién le murmurarán acaso?
¿Quién será de sus encantos
el feliz destinatario?
¿A quién le robarán el sueño
y se desvelará hoy esperando
el dulce encuentro?
Diles, si a ti te han visitado
que despierta las aguardo
Con el cuaderno abierto
y el lápiz de punta afilado,
deseo que mis atentos oídos
sean suavemente acariciados
por tan esbeltos relatos,
por la música de entonado canto,
por sus delicados compases,
arpas, violines y claves
¡Ah, musas, no se retrasen tanto!
QUINTO PREMIO - BASTIAN JACOB MARIN MALDONADO
Versando a un abuelo
Mi cuerpo olvidó los márgenes del sueño
al no encontrarse de noche
con tu cubierta de mármol,
con la cobija de piel,
tu beso limítrofe
que separa la vigilia del reposo;
mi memoria se esmera
en buscarte al irme a acostar
y me impide dormir si no te encuentra.
Mi edad terca, insolente,
no me permite aprender cosas nuevas:
por ejemplo
he me aquí, viéndote sin verte,
retrocediendo los relojes de mi vida
queriendo traerte de regreso.
como si no permanecieras viva ya
a fuerza de costumbre.
La rutina del alma,
sin remedio, sin prótesis
cojea por los pasillos sin ti
y es que algo mío se murió contigo
(y algo tuyo se murió en mí).
Ahora somos solo yo y el tiempo,
en esa cama,
matándonos mutuamente
con la ligera ventaja mutua
de que yo no soy inmortal.
Aun así sabe cómo lastimar,
alargando los latidos
enfermando los segundos,
retardando los cuerpos celestes,
dándole cuerda al reloj
del cual estoy a merced de su paciencia.
6°PREMIO - MANDRILLE SILVANA MARIA
La palabra.
Aquella
primera, inocente, tierna,
espontánea,
imitativa…
ha
sido la que balbuceó “mamá”
y
tal vez, a igual tiempo, la que susurró “papá”.
El
vocabulario inaugural de mi infancia
se
armó de palabras chiquitas y preguntonas.
Repetitivos “qué” exploraban el
mundo,
registrando
el nombre de todos los objetos.
Incansables
“por qué” pretendían ilusoriamente
descubrir
las razones de los hechos.
En
un emotivo juego de vocablos e imágenes
se
sucedían sin tregua los sonidos dulces y risueños:
“abuela”,
“muñeca”, “carrusel”, “helado”;
“golosinas”,
“cuentos”, “veo veo”, “tejo”.
¡Y
cuántas otras que apenas recuerdo!
¡Pero
todo lo cambió el paso del tiempo!
De
pronto la palabra se volvió una mueca
y
puso cara de seria.
Ya
no se sintió amiga de las cosas simples,
obstinada
y rebelde quedó atragantada
en
mi voz adolescente.
Cuando
la confusión se disipó,
alborotada
e ignota la palabra “amor”
se
adueñó, crédula, de mis pensamientos.
Más
tarde comprendí
que
a veces las palabras estuvieron confundidas:
“amor”
con “pasión”, “verdad” con “prudencia”;
“fortaleza”
con “orgullo”, “sensatez” con “debilidad”.
Por
momentos sentí necesidad de acallar los ruidos
y
que estruendosas retumbasen en mi mente
las
palabras “paz” y “silencio” solamente.
También
ansié apoderarme de la palabra “no”
y
dejar de conformar a todos
con
el “sí” mendaz que querían escuchar.
Acorralada
y modelada fui
por
las palabras que dije y que callé,
por
las que reconocieron a mi semejante
y
por las que destruyeron susceptibilidades.
Contradictoria
en mi esencia de mujer,
no
renegué verme reflejada en el espejo de mis pares
devolviéndome
la imagen de quien era.
Hoy
en mi mundo no entran muchas palabras,
pero
las pocas que abrazo con todas mis fuerzas
son
aquellas que por fin consolidan mi identidad:
“padres”,
“hijo”, “esposo”, “amigos”;
“trabajo”,
“vida”, “hogar” y “poesía”.
De
todas las que aún no pronuncié,
“perdón”
es la palabra
que
a la tumba no llevaré.
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