MARIA ISABEL PEREZ
Me vas a llamar con tu cálida voz
De hombre convencido de su fortaleza.
Me vas a buscar por los rincones de nuestro cuarto
Oliendo un perfume, una imagen
Una sensación que se torne realidad
Y no estaré en las rosas...
Cruzando bajo la lluvia del otoño
Las calles empapadas, embarradas de pisadas cansadas
Entre el pasto tierno de cada amanecer.
Compungida por tan tamaño despliegue de color
No estaré lavando tus manos
Con el agua cristalina como manantial eterno
Que lleno tus horas de calidez plañidera
De fuerza y empuje a lo largo de un camino
De mil y un sonidos.
Un aliento sentirás, y volverá tu espalda pensando en mis besos
Una voz escucharas, cuando el viento alise tus cabellos
Y volverán tus labios para contestarme
Tus ojos profundos reflejarán los míos
En las mil y una miradas que a tu paso salgan
Pero simplemente seré un recuerdo
Invisible y penetrante
De un tiempo que paso y se fue.
LOS BUSCADORES DE SOMBRAS
MARÍA ISABEL PÉREZ
Siempre estuvo en la sala de espera,
con los ojos dulces lejanos y en mi mente, reteniendo al que era.
Sin pensar esperó la caída de sus pesares despreciando
ilusiones,
pedía un destino, reflejo agrietado de soles resecos,
confundida con el olor de la tierra.
Sabiendo que pocos amaneceres tendría en sus manos...
buscó entre las nieves de trenzas antiguas una calle soleada
una lisa pared blanca de casa de pueblo
una huerta iluminada por la luna.
Sin mover los labios terrosos me llevó por calles cortadas de
soles neutros, intensos e inalcanzables amaneceres,
Bajadas y subidas de rojas planicies heridas alguna vez por
heladas caídas.
Llegó a la iglesia del pueblo también blanca,
cálida y perdida entre diálogos y palabras que se estiraron
retozando en los colores azulinos de las anécdotas con
cansancio...
Los amaneceres parecían mezclarse en un hechizo continuo
con las miserias de su pueblo.
Fue en aquella mañana cuando su voz quedó colgada en el
paisaje repitiendo...
...Dos cuerpos se encontraron
en la vereda del mundo
uno de ellos corrió
y en el mar se calló
sin prisa y sin pausa
el otro en las sombras se internó
en el mar de la duda
decepciones padeció
besando la tierra
en el silencio se instaló
dos cuerpos surgieron
de la vereda del mundo
uno ahogado en el mar
y otro presto a la lucha...
de amaneceres continuos.
Ella se quedó en los amaneceres irreales de aquel pueblo en
sombras.
De pronto la vi alejarse, seguí soñando
sentí el olor de los arroyos corriendo en las montañas
y esa iglesia con campanas viejas llamando a los años.
El ruido de una puerta me trajo a la realidad
un número se escuchó
se levantó con el mismo cansancio liviano de quién va a
encontrarse con el alba.
Paso a mi lado, respiró el ardor interior
y el aliento cruzó el pasillo,
se hundió en el hueco de la puerta...
y desapareció su vida.
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