miércoles, 29 de julio de 2015

CUARTO PREMIO - RICARDO RAUL BIBLIERI - MI LUGAR EN EL MUNDO

Mi lugar en el mundo
Recorría velozmente ese fin de enero, la distancia que existía a un pueblo rural, enclavado en la llanura pampeana. Motivos especiales tenía para ello.
Treinta y cinco años atrás tendría que haberlo realizado en un camino de tierra, siguiendo las huellas en la inmensidad de campos vírgenes, bordeando cardos de casi dos metros de altura. - Pero ahora. - ¿Cómo ha pasado el tiempo?
Por suerte todos esos obstáculos quedaron atrás, la ruta asfáltica va siendo devorada por mi automóvil y en pocos minutos me hallaré en el lugar que tanto ansío ver, sobre todo al volver de esa larga noche que ensombreció al país y solo aquél que la ha sufrido todavía siente las esquirlas que anidaron en su psiquis.
Mi vivienda distaba dos kilómetros de la planta urbana, pero no alcanzo a  divisarla.
-¡No encuentro su ubicación! -¿Tanto puede haber cambiado el panorama? - Si solo estuve una treintena de años fuera del país, primero por tristes circunstancias y luego los nietos  que fueron la recompensa de Dios por llegar a viejo, los que retuvieron mis deseos de repatriarme.
Allá en la vieja España, desde donde regreso  existen poblaciones de cuatro o más centurias de construcciones indelebles, como recién hechas y acá me cuesta encontrar la vieja casa donde transcurrió mi niñez.
En la lejanía observo el ombú en cuyas ramas jugaba cuando pequeño emulando las aventuras de Tarzán, que en esa época escuchaba por radio.
-¡Ya estoy  junto a él, pero todo está tan cambiado! -¡Parece irreal!...
-¡O seré yo que he perdido el rumbo!
Al rodear su grueso tronco de casi tres metros de diámetro del centinela de la pampa, se agolpan los recuerdos en mi mente pugnando por salir  de un encierro que los martirizó duramente en esa noche negra de años de ausencia.
En esa especie de sopor voy situando aquello que fue y hoy solo la noble hierba imperecedera marca el mojón de una época especial para mí, donde  fluyen recuerdos de una época sin retorno pero que dejó huellas en mi psiquis.
En loca carrera desfilan por mi mente sensaciones que despiertan de un viejo letargo.
-¡A diez metros de él se hallaba el rancho  de adobe a dos aguas!, cuyas paredes siempre blancas pues la cal se encargaba de ocultar su humildad, nos daba abrigo en esas noches gélidas, ¡que digo gélidas!...,  ¡machazas de heladas!, donde nuestra respiración se congelaba en las chapas de cinc y de vez en cuando una gota caía sobre nuestro cuerpo, pero la conversación de los mayores o los juegos juveniles poco caso les hacían.  
En la cocina la larga mesa familiar donde nueve bocas devoraban a la hora de almorzar el suculento puchero y al anochecer el clásico guiso carrero.
-¿Qué se hizo todo aquello? - ¡Y las sobremesas!
-¡Esas interminables charlas rematadas por la rueda de mates donde cada cebador  o cebadora demostraba su pericia! – Según la manera de cebarlo tenía un significado; amor, desprecio, esperanzas…
Mensajes subliminales en la fantasía de aquella época, que eran por muchos bien tenidos en cuenta alentando esperanzas que quizás se diluirían con el tiempo pero mientras tanto nos transportaban a ese mundo irreal de ilusiones.
Historias de mayores sobre luces malas, aparecidos, la viuda, y otros tantos quizás magnificados por nuestra infantil inocencia en una mezcla de curiosidad y pavor.
Los recuerdos se agolpan en mi memoria y la magnitud de ellos me sumen en un estado de sopor que pierdo la sensación del tiempo.


-¿Qué anda haciendo mi amigo? - ¿Está buscando algo? Oigo decir a mis espaldas, con tono enérgico, mientras voy girando lentamente mi torso.
Un criollo montado en un brioso animal me estaba observando mientras ensimismado en mis pensamientos no me había percatado de su presencia.
-¡Sabe señor!- Disculpe. Yo viví acá hace  más de treinta años; estuve radicado en el exterior y eran tantos mis deseos de reencontrarme con el pasado que aquí me tiene, pero…
¿Qué ha pasado que no hallo rastros de la casa, el galpón, el jagüel?
Se acaricia la profusa barba, su vista se pierde en donde termina la pampa y comienza el cielo. Carraspeando por un imaginario nudo en la garganta, producto de gratas épocas lejanas me dice.
-¡Vea amigo! - ¡El jagüel! Un rictus de desencanto se dibuja entre las arrugas disimuladas por su descuidada barba, que la surcaban profusamente, lo mismo que en su morena frente.
Acá compraron los gringos del norte, -¿vio?, aparecieron con esas topadoras tiraron todito endentro de él, le echaron endespués un metro de tierra arriba, lo emparejaron bien y lo sembraron con soja. Solo se salvó el ombú porque le daba sombra a la hacienda que alguna vez supo pastar en el verano y unos ceibales en la costa del arroyo porque a las gringas de sus señoras les gustaba verlos en primavera florecidos!
Yo hace años que vivo en la zona y créame que me cuesta acostumbrarme a este cambio.
-¡Sin embargo no me va a negar que el lugar conserva sus encantos, usted puede ver asomar el sol, oír el canto de los pájaros, respirar esa sensación de paz reinante! - Le comento como para entrar en confianza.
¡Podrá ser como usted dice, pero talvez nosotros no nos hendemos cuenta ya que hace tanto que vivimos aquí que  nos acostumbramos! - sabe mi amigo…
-¡Mire nomás don, a veces es lindo recordar, pero también  cuando la vida le ha pegado tantos “guachazos”(1) es bravo.  -¡Dígamelo a mí!- Y le comento mis cuitas.  
Se marchó más tranquilo ante mis respuestas ya que tenía órdenes de sus patrones de no permitir el acceso de extraños al lugar.
En mi mente pasan a velocidad imágenes borrosas de un pasado.
El camino diario a la escuela. Alicia, mi primera maestra, (que varón no se enamoró de su primer maestra), las sandías del vecino que le sacábamos de su huerto a la hora de la siesta, con los amigos compañeros de sanas aventuras de jóvenes.
Mi marcha a la ciudad, los tropiezos en el secundario, la llegada a la Facultad, ideales, falcones verdes, corridas, miedo, exilio…
País extraño, gestos adustos, hambre, reencuentro  con alguien portador de noticias, desangrándose entre hermanos, angustia, tristeza. -¡Volver! -¡Alegría!
Ezeiza, cielo diáfano,  paz, chimeneas humeantes, gente con ansias de progreso, florece el amor, hijos para la patria…llanura bonaerense, aire puro…
En las malas y pocas buenas, pude ver la denigración por la riqueza, la bajeza humana, el amor en la pureza de los sentimiento, la ternura de una madre africana, alimentando con sus flácidos pechos a quien quizás en el futuro será un paria, mientras a algunos centenares de kilómetros, otros semejantes dormían en un lecho de rosas, amortiguado por un colchón de petróleo, mientras sus esclavos velaban por su seguridad.
Regreso mentalmente a la actualidad y razono. Estoy  buscando un lugar para vivir…
-¿Mi lugar en el mundo? -¡Esta acá, en este bendito país! - En este lugar…donde el crisol de razas le dio una impronta a sus hijos que con consensos y disensos generaron una patria grande con ambición de futuro que entre todos lo forjaremos. - ¡ De aquí no me muevo!
                                                                                                                         Fe          

No hay comentarios:

Publicar un comentario