miércoles, 29 de julio de 2015

PRIMERA MENCION - MARIA ESTHER LOPEZ ESCOBAR - BALADA PARA TERESA

Balada para Teresa

Teresa trajina en la cocina preparando la cena del marido. De a ratos, se asoma a la salita y le da una mirada al televisor, que siempre está prendido a la hora del noticiero. No se sienta a verlo; pero si escucha algo que le interesa, detiene sus quehaceres  y secándose las manos en el paño que cuelga de su cintura, va a mirar.
Mientras prepara su ensalada favorita, escucha algo que frena  su mano, dejándola con la cuchara en el aire.
La voz del locutor, risueña, dice: -Nos visita nuevamente, el último de los Beatles, Paul Mc Cartney, que se presentará en nuestro estadio. Mac Cartney… Los Beatles…
Fue como un fogonazo. Siente el calor subiendo por su cuello y  sus mejillas. Sus labios se abren en un “¡Ah¡”, entre sorprendido y emocionado.
-¡Cómo me gustaría ir a escucharlo!
Recuerda la primera vez que vio un recital de los cuatro melenudos. Fue en un televisor blanco y negro, sólo habían llegado a Buenos Aires).
-¡Hace tanto tiempo…! –
Tenía dieciocho años, frescos y esperanzados en un despertar del mundo. La Primavera de Praga…La guerra de Vietnam… Pasaban muchas cosas, y Los Beatles cantaban sus canciones de amor y paz.
Nunca pudo aprender bien el inglés, pero aquellas canciones pegadizas eran repetidas por todos en sus encuentros de estudiantes.
-Me gustaría ir a verlo-…Sí ¡Voy a ir!
Se siente excitada, liviana. Decidida, abandona la cocina.
Busca y rebusca en una caja muy vieja donde  guarda fetiches de su juventud.
-¡ Aquí está¡- un disco de pasta, 33 revoluciones, comprado con sus ahorros de liceal… Está  Yesterday, su tema favorito.
Aprieta el disco contra su pecho y cierra los ojos. Su corazón bailotea en el recuerdo: los hermanos, la casa paterna, los sábados de baile… ¡Todo era tan simple.¡
Después apareció Yoko, el grupo se deshizo.
Su vida cambió… la facultad, el trabajo, el amor… Cuando mataron a Lennon se le arrugó el alma un poco más.
Ahora la visita de MacCartney le trae esta emoción nueva, esta necesidad de encontrar sus recuerdos, tal vez sus sueños olvidados.
La puerta de calle se abre; Martín, su marido, se queda parado, mirándola con extrañeza:
-¿Qué hacés con esas cajas volcadas en el piso? ¿Perdiste un anillo?
-Hola Martín, estaba buscando un disco de Los Beatles. Lo compré en 1968.
-¡Ah, sí! Viene Mc Cartney al estadio. A su edad, no debe entonar ni el Arroz con leche.
Ella en un susurro, le dice: -Me gustaría ir a verlo.
Su marido la mira divertido, la besa leve en la mejilla.
-¿Cenamos?- Pregunta.
Teresa suspira profundo, guarda la caja, pero trae el disco y lo apoya sobre una repisa. Después se sienta a cenar junto a él. Sus ojos brillan y tararea distraída algo que Martín no logra entender.
Al acostarse, apaga la luz y sonríe -Dentro de quince días- murmura; y se duerme.
Toda la semana, Teresa está en vilo. Llama por teléfono a una agencia, hace cuentas, averigua el costo del dólar todos los días. Decide no comprarse las botas de cuero; un par de championes abrigan igual y cuestan mucho menos ¿Chaqueta nueva? No, mando a la tintorería la de hace cuatro años, queda impecable; me da para la mitad de la entrada, el resto lo pago en dos cuotas, así no le pido plata a Martín.
Su marido asiste indiferente a los preparativos, la mira por encima de los lentes. Ella sale temprano a comprar la entrada.
-¿Con quién vas a ir?- Pregunta.
-Sola. El ómnibus me deja en la puerta. Voy  bien temprano para no hacer la cola. Al regreso vuelvo en un taxi, no te preocupes.
¡Por fin! ¡Llegó el gran día! La televisión trasmite noticias desde temprano dando detalles sobre las actividades de Paul en Montevideo: que salió del hotel, que llegó al estadio, que está probando el sonido, que solicita fruta fresca… Siguen cada  paso que da.
Teresa se prepara: una blusa verde con mangas sueltas, bordada con motivos hindúes, un vaquero negro, algo gastado,  ancho en los bajos, championes lustrosos, acordonados; todo  comprado de segunda mano para la ocasión.
El pelo negro, siempre peinado en una sola trenza, hoy  cae por su espalda, enrulado, mostrando algunas canas, y un mechón plateado sobre la sien izquierda. Pulseras de madera en sus muñecas. Se cuelga un pequeño bolso en bandolera y sale decidida a encontrarse con sus recuerdos.
El estadio está repleto, miles de personas gritan, sacuden pañuelos de colores y banderas uruguayas. El escenario es fantástico. Una gran pantalla pasa continuamente flashes de las  actuaciones de los Cuatro de Liverpool, esperando a Paul.
Teresa asciende hasta su lugar en la tribuna, se sienta tímidamente, luego se para y empieza a mirar con su largavista, comprado en la entrada del estadio. Sus pies siguen el ritmo con soltura. Canta a viva voz los estribillos. Entonces entre las voces escucha una voz que reconoce al instante.
-¡Mamá! ¿Qué hacés acá?
Se vuelve  y dos filas más abajo, ve a su hijo Pedro con la novia.
-¡Hola, hijo! Ya ves, yo también vine a disfrutar a Mc Cartney.
-Pero…
-No te preocupes, estoy muy bien.
-¡Teresita… Teresita…! Una  voz grave y clara, hace que se vuelva. A dos pasos de ella, una mujer flaca, rubia, ríe abiertamente y la estrecha con fuerza.
-¡Diana! ¡Qué alegría enorme encontrarte justo aquí!
-Sí, vinimos en excursión; allá están Carlos, Rodolfo y Quina. Algunos no quisieron venir, otros ya no están.
-¿Te acordás cuando cantábamos en las peñas del liceo, los fragmentos que nos pasaba la gorda de inglés?
-Parecíamos una murga-, ríe Diana.
-Vení, bajá, voy a presentarte a mi hijo.
-Sí, pero después nos juntamos todos para celebrar el reencuentro.
-Pedro, esta amiga es Diana, fuimos compañeras de liceo en el 68, época de apogeo de Los Beatles.
-Mamá, ni me imaginaba que te gustaba Mc Cartney.
-Yo también fui joven, pero ahora, a callar que va a empezar.
Se apagan las luces y se destaca  abajo el escenario.
Diana y Teresa se abrazan. Pedro y su novia sonríen y las besan.
En medio de una luz plateada, un hombre alto, maduro, sencillamente vestido, se adelanta, levanta su guitarra. Estalla un clamor de júbilo.
En esa multitud, Teresa y Diana, y miles de sesentones como ellas, mezclan lágrimas y risas y tararean con voz quebrada, “Yesterday”.

Mientras la noche avanza, el corazón de Teresa recobra sus dieciocho años. Ríe, sueña, canta con Paul, para homenajear a la juventud que se fue.

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