sábado, 28 de diciembre de 2013

CUARTA MENCION - POESIA CASTELLANO- LA HISTORIA INTRASCENDENTE

CUARTA MENCION , POESIA CASTELLANO
ELVIRA SEMILLANO MARCO- ESPAÑA

LA HISTORIA INTRASCENDENTE




Como en los cuentos...¡Casi increíble!
Como la anécdota que nos asombra
es esta historia de amor, los versos
de una carátula vivida en prosa.

Fue en una noche de plenilunio
cuando el otoño cimbreó en la fronda
y le dio al parque la sinfonía
en la hojarasca que se hacía alfombra.

Y era que se era una pordiosera
greñosa y sucia, trastera y sola
que sobre un banco ponía su hastío
y de silencio cubría sus horas.

Había olvidado su edad. Su vida
era ...¡lo que era! No había memoria
que le doliera ni le alegrara.
¡Quién recordaba a la pobre Antonia!

Pero, esa noche, el vagabundo
que día tras día fuera su sombra,
puso en sus ojos su gris mirada
y en su regazo dejó una rosa.

Del desconcierto a la carcajada
hubo un silencio lleno de incógnitas.
¿quién era ese hombre? ¿Duende, payaso,
Rey o emisario de la corona?

El desastrado irguió la ruina
 de sus espaldas y oliendo a escoria,
bajo la rota chaqueta arcaica,
fue a conquistarla como a una novia.

-Yo soy- le dijo- ¡lo que tú quieras!
Seré el esclavo de tus limosnas.
por ti yo dejo pitillo y tinto.
No ha de faltarte pan y cebolla.

¡Vente conmigo! que este Don nadie
te ha hecho un espacio en su mazmorra.
No pasa el agua ni pasa el viento,
serás mi Reina Zarrapastrosa.

Echado a un lado, su perro flaco
le aulló a la luna, lamió su cola

y puso el diente sobre las pulgas
que aunque famélicas eran acróbatas.


En tanto ella fue recordando
de su pasado todas las cosas:
sus fantasías y sus pasiones
en la arrogancia de ser hermosa.

Se vio de nuevo sobre las torres
que el tiempo quiso volverle estopa
y, por su suerte, golpeando puertas
que respondían, ¡ya no eres moza!

Desde sus lágrimas miró al mendigo
que la observaba como a una Diosa...
y el banco pétreo que la aguantaba
se le hizo un trono tallado en roca.

Celando, el hombre extendió su mano.
Se paró el perro en su pata coja,
y fue para ella cual fiel caballo
dispuesto al yugo de su carroza.

¡Ya no dudaba! Abrió los brazos
y cuando el viejo exclamó-¡Señora!...
sintió que su alma se despertaba
para besarlo sobre la boca.

Y por la senda de la miseria,
aquel Don Nadie llevó a su Antonia,
quien dejó pruebas de lo ocurrido,
pues sobre el banco olvidó la rosa.

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