PRIMER PREMIO CUENTO CASTELLANO - DESALMADO
MARIA ESTHER YATTAL - VENADO TUERTO -SANTA FE
DESALMADO.
Cuando apareció dando altas voces por los parlantes, el pueblo entero
estaba hundido en el sopor de la siesta.
Todos dormitaban la tranquilidad del sueño sin ser molestados. Los niños
habían inventado un lenguaje silencioso y con tanta soltura que ni las risas
estorbaban. Hasta los fantasmas se perdían entre dèdalos de fantasía por el
temor a cortar los sueños ajenos, y volvían a sus paseos rutinarios cuando el
sol andaba con sus luces por otros mundos.
Al principio tuvieron la sensación de un zumbido en los oídos, después
se convirtió en un alarido que no pudieron apagar, y al segundo que siguió
supieron que un intruso les había robado el tesoro mas preciado, la siesta del
domingo.
El llegó en un carricoche armado con pedazos de coche antiguo, un motor
que daba zumbidos y saltos inesperados hacia delante debido a una pieza mal
colocada, a esto le había agregado la parte trasera de un colectivo en desuso y
luego pintura de colores sorprendentes. Estaba fileteado como los camiones de
verdulero y reunido allí todo el cielo, nubes, estrellas y coronado por los ángeles
mas inocentes y sonrientes que cualquier mente humana pudiera imaginar, con un
gran letrero donde se podía leer “COMPRO ALMAS, PAGO EL MEJOR PRECIO” Adentro, la
caja metálica tapizada de azul, piso, paredes y techo, tenia estanterías muy
ordenadas conteniendo cajones pequeños, todos iguales, que eran los recipientes
que albergaban las almas, y en el frente una chapa de bronce grabada a fuego
con los datos terrenales del vendedor.
Los niños se acercaron primero, con esa inocencia y curiosidad fácil,
rodeando el camión, mas tarde comenzaron a conversar como si se conocieran
desde siempre, y así fue como la curiosidad en los adultos aumentó y con la
excusa de regresar a los niños hacia la casa también ellos comenzaron a
acercarse.
Remigio,
el hombre más hostil del pueblo, quiso conocer los detalles del tumulto que
estaba causando el extraño recién llegado. Habló con él animadamente ante la
sorpresa de los demás, y dedujo que podía seguir viviendo sin su alma, ya que
no tenia idea de cómo era, nunca lo había molestado, y si es que tenia una, era
de lo mas insulsa, silenciosa e invisible, por lo tanto podría seguir viviendo
sin ella, entonces decidió venderla, arreglaron en un dinero que guardó ávidamente
en el bolsillo y se alejo sonriendo. Con la sonrisa satisfecha de Remigio se terminaron los recelos y de a uno fueron formando fila. Fue la fila más prolija y extraña que alguna vez vio el pueblo, y lentamente dieron la vuelta a la plaza, hasta que quedó cercada por un cordón humano, cada uno esperando su turno. El precio se establecía por normas entre el equivalente de: sueños alcanzados, amores encontrados, odios sepultados, y una infinidad de argumentos impensados. Así fue que a partir de una siesta destruida, ese domingo once de abril fue una experiencia desbordante de risas, ruidos, incertidumbre y conversaciones inesperadas.
Un soplo de aire rápido paso y se sentó a esperar en el cruce de calles
de la salida del pueblo cuando ya comenzaba a oscurecer y tampoco quedaban
vendedores.
Cerró las compuertas del camión y dio arranque al motor. Desapareció con
la misma música de ángeles cantores con que apareció, las ruedas apenas rozando
la tierra o así parecía. Esa noche el pueblo entero juró ver dos lunas
alumbrando el gran cuadro celeste en las alturas. ¿O seria un sueño?
Y despertaron absolutamente descansados por primera vez, desde toda la
vida.
Durante la mañana descubrieron que en el cartel de entrada donde con
orgullo resaltaba el nombre del pueblo una mano ignota había agregado: “DESALMADO, un pueblo sin almas”
Para quitar las dudas por si otro comprador aparecía por allí, queriendo
llevar fulgores de lunas dormidos en cajones.
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