A pesar del tiempo transcurrido las imágines son tan vívidas y la situación es tan dolorosa como entonces… Fue en aquel mi primer día de trabajo en el Servicio Social… Al entrar en mi nueva oficina Rosaura ya estaba allí. Pequeña, mucho más de lo que por su edad se podía esperar… Sentada, acurrucada, parecía casi un ovillo humano intentando fundirse con una de esas incómodas sillas de metal. Los desmesurados ojos pardos recordaban los de un animal acorralado. Inmediatamente asocié su postura con la fetal y me dije que la muchachita intentaba, sin saberlo, volver a aquel nido donde seguramente se sintió abrigada y protegida. Sus ropas chillonas e inadecuadas intentaban darle un aspecto provocativo pero sólo conseguían resaltar el desamparo de su figura… Abrazándose a sí misma, los delgadísimos brazos ceñían las rodillas puntiagudas recogidas sobre el pecho y por momentos adquirían un leve movimiento, como si se acunara
Cuando la secretaria intentó ayudarla a ponerse de pié, se protegió la cabeza con gesto aterrorizado…. Mi inexperiencia de entonces hizo que se viera obligada a responder, en medio de un llanto desgarrador, a un interrogatorio para poder armar el relato de esa vida plagada de desventuras… Desde el nacimiento en un rancho, el hambre, el desconsuelo, las violaciones reiteradas, la entrega, la prostitución y la trata. Fue tan potente que en un impulso emocional y solidario terminamos llorando ambas sobrepasadas por el dolor y la impotencia… Reconozco que fueron esos poderosos sentimientos los motores que me permitieron ayudar un poco a esa pobre adolescente, cuyo destino posterior ignoro.
Han pasado casi veinte años y nunca pude olvidar aquel primer encontronazo con una de esas niñas a las que la vida y la maldad de la gente han maltratado tanto. Pero eso se ha hecho carne en mí esta mañana cuando, cumpliendo con mis funciones de jefa del área de ayuda social, ingresé en la vieja oficina y vi a una nueva Rosaura ovillada en una silla soltando gruesos lagrimones e intentando reconstruir el relato de su propia historia ante la joven asistente social…
Desde ese momento una gran congoja me oprime el pecho… Es duro comprobar que a pesar del paso del tiempo y lo mucho que se ha dicho y publicado, algunas cosas no han cambiado demasiado… Y, reiteradamente, nuevas muchachitas, fan frágiles como la Rosaura de los inicios de mi carrera, siguen siendo carne de cañón de seres repugnantes.
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