EL CANTOR SIN NOMBRE - RAUL OSCAR D/ALESSANDRO
Cuentan
que en esa noche de lluvia nadie lo vio llegar. Pidió una copa señalando la
guitarra sobre el mostrador y el cantinero asintió un permiso. Ante la
curiosidad de los parroquianos el forastero pulsó el instrumento y vibraron las
cuerdas pidiendo atención.
Un
silencio sacro se instaló en el recinto ante agudas miradas tratando de atinar
su procedencia, a juzgar por sus rasgos, debía ser un pampa sureño; o un mencho
del litoral. Quizás fueran andinas sus facciones. Resultaba imposible descifrar
su origen, el rostro era un caleidoscopio mutando en ángulos de su perfil.
Hubo
un rasgueo tenue y la caja de resonancia le devolvió un arpegio; hizo
prevalecer su voz sobre el silencio, y encaramó su copla sobre la espesa selva,
navegó ríos de corrientes bravas, trepó cuestas agrestes de piedras azules, y
fue arriero en el arenal. Pescador canoero en el palmar, y cosechero de caña
dulce.
Taló
quebrachos en los montes duros, y cruzó salinas de mortajas blancas donde quema
el sol. Domó potros. Sembró trigo.
Cantó
de paisajes, y gente.
Cantó
de niños en brazos de madres, y danzas gallardas en patios de tierra; de besos
mozos a flores de campo, y lluvias ingratas que inundan cosechas.
Le
cantó al mar, y las sierras.
Al
gaucho errante de horizontes anchos, y al hombre de río que siembra espineles;
al tape del monte que enarbola su hacha, y al silencio que trasporta el colla
por el altiplano. Al resero solitario peleando ventiscas, y a la mujer amante
que espera la noche para entregar su estrella.
Cantó
del pan, y la vida.
Cantó
con dolor profundo del que nada sueña, a la esperanza austera de los
originarios, a los falsos dueños de la tierra libre, y al sentir profano que da
la avaricia.
Guardó
silencio al beber su copa, y cautivo de un embeleso se detuvo el tiempo.
Repasó
el entorno con fugaz mirada, y selló el momento al decir...
-
Yo soy.
-
Yo soy llano, y cordillera. Viento zonda, y nieve eterna. Arriero de sueños.
Jirón de emblema. Soy llama que quema la puna, y anido en caldenes al caer la
tarde sobre una vihuela. Soy viento que mece el trigal, y arco iris de cascada.
Gemir de copla, y estridente sapucay.
-
Letanía de baguala. Pañuelo de amor en zamba.
-
Soy la sangre nativa de raíz ancestral; soy la voz del silencio buscando el
futuro, un aliento de vida que empuja mi raza hacia su destino. Una huella sin
caminante.
- Soy un viento sin retorno.
La
última nota sentenció su despedida.
Ofrendó
la guitarra sobre la mesa con gesto solemne, y se retiró en silencio cargando
el misterio que había traído.
Cuentan
que se fue por la calle del pequeño pueblo sin dejar rastro; se perdió en la
noche el cantor sin nombre.
Nunca se supo de el.
Cuentan,
que se lo tragó la tierra.
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