viernes, 27 de mayo de 2016

QUINTA MENCION RELATO -CASTELLANO

            EL CANTOR SIN NOMBRE          - RAUL OSCAR D/ALESSANDRO    
           


                       
            Cuentan que en esa noche de lluvia nadie lo vio llegar. Pidió una copa señalando la guitarra sobre el mostrador y el cantinero asintió un permiso. Ante la curiosidad de los parroquianos el forastero pulsó el instrumento y vibraron las cuerdas pidiendo atención.
            Un silencio sacro se instaló en el recinto ante agudas miradas tratando de atinar su procedencia, a juzgar por sus rasgos, debía ser un pampa sureño; o un mencho del litoral. Quizás fueran andinas sus facciones. Resultaba imposible descifrar su origen, el rostro era un caleidoscopio mutando en ángulos de su perfil.
            Hubo un rasgueo tenue y la caja de resonancia le devolvió un arpegio; hizo prevalecer su voz sobre el silencio, y encaramó su copla sobre la espesa selva, navegó ríos de corrientes bravas, trepó cuestas agrestes de piedras azules, y fue arriero en el arenal. Pescador canoero en el palmar, y cosechero de caña dulce.
            Taló quebrachos en los montes duros, y cruzó salinas de mortajas blancas donde quema el sol. Domó potros. Sembró trigo.
            Cantó de paisajes, y gente.
            Cantó de niños en brazos de madres, y danzas gallardas en patios de tierra; de besos mozos a flores de campo, y lluvias ingratas que inundan cosechas.
            Le cantó al mar, y las sierras.
            Al gaucho errante de horizontes anchos, y al hombre de río que siembra espineles; al tape del monte que enarbola su hacha, y al silencio que trasporta el colla por el altiplano. Al resero solitario peleando ventiscas, y a la mujer amante que espera la noche para entregar su estrella.
            Cantó del pan, y la vida.
            Cantó con dolor profundo del que nada sueña, a la esperanza austera de los originarios, a los falsos dueños de la tierra libre, y al sentir profano que da la avaricia.
            Guardó silencio al beber su copa, y cautivo de un embeleso se detuvo el tiempo.
            Repasó el entorno con fugaz mirada, y selló el momento al decir...
            - Yo soy.
            - Yo soy llano, y cordillera. Viento zonda, y nieve eterna. Arriero de sueños. Jirón de emblema. Soy llama que quema la puna, y anido en caldenes al caer la tarde sobre una vihuela. Soy viento que mece el trigal, y arco iris de cascada. Gemir de copla, y estridente sapucay.
            - Letanía de baguala. Pañuelo de amor en zamba.
            - Soy la sangre nativa de raíz ancestral; soy la voz del silencio buscando el futuro, un aliento de vida que empuja mi raza hacia su destino. Una huella sin caminante.
             - Soy un viento sin retorno.
            La última nota sentenció su despedida.
            Ofrendó la guitarra sobre la mesa con gesto solemne, y se retiró en silencio cargando el misterio que había traído.
            Cuentan que se fue por la calle del pequeño pueblo sin dejar rastro; se perdió en la noche el cantor sin nombre.
             Nunca se supo de el.
            Cuentan, que se lo tragó la tierra.


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