La Misteriosa Mujer- ANAN GRACIELA INCOSTANTE
El tren llego a la estación, Lucrecia lista a subir con una pequeña valija de cartón y bolso en mano salió rumbo a Buenos Aires o a la Capital, como decía.
La despedida fue dura, un prolongado abrazo y un montón de consejos, consejos de viejos sabios que a pesar de no haber salido de su pueblo tenían experiencia de vida.
El viaje fue largo, el termo y el mate fueron sus compañeros, se paso la noche mirando por la ventanilla, de tanto en tanto por sus mejillas corrían lagrimas de dolor y temor, dolor por alejarse de sus seres queridos y temor por ser su primera aventura.
Lucrecia nunca había viajado, esa era la primera vez que se alejaba del hogar paterno, su consuelo era llegar a la Capital y re encontrarse con su hermana Amparito que supuestamente se encontraría en Buenos Aires.
No podía dejar de pensar en las palabras de su madre que mientras la abrazaba, llorando le aconsejo. “Usted mi hijita no hable con gente extraña, vaya calladita la boca, muestre lo que su madre le enseño, sea obediente y nunca olvide lo que aprendió” que no anden diciendo por ahí que la Lucrecia es una mala persona, no no mi hijita, usted siempre calladita la boca, que seguro alguna patrona la estará esperando al bajar en Retiro, Y no sea ingrata como su hermana, que nunca nos escribió una carta para contarnos lo bien que esta, seguramente ya se adapto a la capital y a su gente y no recuerda más a su pueblo y mucho menos a sus familiares, esas palabras resonaron toda la noche en sus oídos.
Luego de muchas horas de viaje, ya casi al mediodía del día siguiente comenzó aparecer ante sus ojos altos edificios, avenidas y transportes que casi no conocía, comenzó a soñar, a soñar despierta mientras con su mano en el bolsillo apretaba el viejo rosario de comunión que su abuela le había regalado para que la proteja y cuando se sintiera triste le pida a Dios que la acompañe.
Soñó, soñó despierta, no imaginaba que esta ciudad no era como le habían contado, a medida que se acercaban les informaban por alto parlante que se aproximaban a la Estación Retiro, su destino.
Al llegar, muy asustada tomo su valija con sus pocas pertenencias, bajo del viejo tren, miro a su alrededor como la gente se abrazaba, ella estaba sola sin saber a dónde ir, solo tenía en sus manos la dirección de un viejo conventillo que le había dado una amiga de la familia.
No fue necesario, al quedarse unos minutos en el andén de la estación, se le acerco una señora muy bien vestida se presento muy cariñosa y amable, le ofreció trabajo como ama de llaves, y le dice que dormiría en el cuarto de su hija que ya no estaba y un sueldo que superaba varias veces sus pretensiones.
Se entusiasmo, pues las fotos que le mostro eran algo así como un cuarto de princesa , una cama y un tocador que no conocía, se dijo a ella misma, de dormir sobre una frazada en el piso a esto, soy una reina, gracias Diosito por lo que me brindas.
Caminaron unos metros mientras charlaron de bueyes perdidos, se acercan a la larga fila de taxis, le ordena a un chofer que cargue a la chica y la siga, le comenta que no la puede subir a su auto, su ropa esta tan desprolija y manchada que no puedo llegar a casa con ella en esas condiciones.
El taxista se apiado de la muchacha y mientras viajaba trataba de indagar sutilmente de donde venia y para qué, algo le hacía desconfiar de la situación lo medita unos instantes y le dice que tenga cuidado, que quizá la señora no sería su mejor elección, que en Buenos Aires hay mucha demanda para tareas domestica que no se apure en decidir, que no crea en todo, que se cuide mucho.
Lucrecia lo escuchaba atentamente pero recordando las palabras de su madre al despedirla sintió temor de hablar, el taxista respiro profundo, se presento, le dice me llamo Luis y vos, Lucrecia le respondió con mucho temor, ¿Vos, conoces a esta señora?
Solo un gesto fue necesario para crear más dudas en la cabeza de Luis quien desconfiaba de la misteriosa señora, comenzó hacer memoria de las veces que la vio, siempre la veía escondida detrás de alguna columna del andén cuando llegaban los trenes, eso lo llevo a preguntarse ¿Porqué esta señora siempre la encuentro en el mismo sitio? Y siempre se va con alguna chica que nadie espera al llegar?
Insiste con su pregunta Lucrecia ¿conoces a esta señora? Ella se anima y con vos atemorizada le responde, no, es mi nueva patrona, parece buena la señora no? me ofreció trabajo, un sueldo y un cuarto de princesa, me mostro la foto no sabe qué bonito, yo vine a Buenos Aires para trabajar y también encontrarme con Amparito, mi hermana, acá tengo una foto mire que bonita es, ella se vino a la capital hace varios meses, parece que le fue muy bien, abra agarrado un buen trabajando no ha mandado ni una carta, ¿Le estará yendo bien no? tendrá tanto trabajo la pobre que quizá por eso no tiene tiempo para escribir, mama se va a poner contenta cuando la encuentre y le mandemos una foto juntas, Luis reconoció ese rostro el creyó haber llevado a esa muchacha en similar situación con la señora misteriosa, ya no le quedaban dudas.
La miro con pena y temor por no saber donde la iban a llevar, al cruzar las vías nota que hay un auto estacionado con tres señores, la supuesta patrona le hace un giño con sus luces para que haga bajar a la muchacha, Luis no obedece esa orden, pone el pié en el acelerador haciendo una brusca maniobra pidiendo auxilio a los que allí pasaban, los caballeros bajan del auto con arma en mano y comienzan a dispararle al auto de Luis, el solo se apresura para llevar a la chica a un lugar seguro.
La suerte estuvo de lado de Lucrecia un patrullero se cruza y al verla tan desesperada para al auto pide se identifiquen, la chica temblando se larga a llorar, con su voz entrecortada relata los hechos..
Luis le pide por favor le muestre la foto de Amparito a las autoridades, cuenta lo sucedido y notifica que quizá el había llevado a esa muchacha como a otras tantas, él o algún compañero de parada con la misma mujer.
Ya no quedaban rastros de la misteriosa señora y los caballeros, no había pista firmes, solo pequeños cabos sueltos que no conducían a nada.
Lucrecia fue llevada a un lugar seguro hasta tanto pudo volver a su pago, a su hermana Amparito como a otras tantas chicas, aun las están buscando.
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