sábado, 31 de julio de 2021

Seleccionada de Honor Relato -Cuento- Nerea Ines Alvarez- Turbacion

 T U R B A C I O N 1-.

Cuando me acomodé en el asiento del avión, sentí una extraña sensación. Interiormente,

algo me decía que este viaje sería distinto. La enorme aeronave me llevaría hasta Madrid.

Y, desde allí, otro vuelo me permitiría llegar a destino: Bilbao.

Era la primera vez, después de quince años de matrimonio, que viajaba sola. Marcelo,

mi marido, me alcanzaría en unos días. En esta oportunidad, nuestras vacaciones no habían

coincidido. Sin embargo, podríamos compartir juntos la última semana, en el lugar elegido:

el País Vasco.

En Ezeiza ya había tenido mi primera decepción. Según la empresa de viajes, seríamos

un contingente reducido que nos encontraríamos en el Aeropuerto, pero allí, no había

ubicado a nadie y debía desplazarme sola.

El viaje fue normal. Y al arribar a Madrid, entre el trajín de una multitud de pasajeros,

divisé a un hombre joven; portando un cartel con mi nombre. Se trataba de César quien, a

partir de ese momento, sería el coordinador y guía de mis programadas vacaciones.

Minutos más tarde, mientras él conducía la combi hacia el Hotel, pude observarlo. Era un

mocetón, dueño de una simpatía y amabilidad que le permitían entablar rápidamente, una

amena conversación. Así, a través de un fluido diálogo, me informó sobre el cronograma de

las excursiones y actividades que realizaríamos.

Poco después, en la soledad de mi cena, no dejaba de pensar en el Coordinador que, con

su simpatía y caballerosidad, me había impactado. Su trato respetuoso, lo hacía

interesante, distinguido. En ese momento, una llamada de Marcelo me sacó de esas extrañas

cavilaciones.

Al día siguiente, mientras desayunaba, llegó César. Estaba radiante, con un traje

deportivo azul que resaltaba su cutis blanco y sus ojos verdes. Me entregó un ramillete de

lilas, argumentando mi bienvenida. Su cortesía me trastocó e hizo sentir halagada. Hacía

años que no me mimaban así.

Ese primer día recorrimos la ciudad; visitando la histórica plaza y su viejo casco; la ría

con sus puentes; el puente colgante y el impresionante Museo Guggenheim. El mediodía

nos encontró en uno de los puestos del mercado de la ribera, ahí nos detuvimos. Y, aunque

no era su obligación, César me acompañó en el almuerzo. Tuvimos una entretenida charlar

donde nos contamos nuestras historias de vida. Así descubrí que mi acompañante tenía

treinta y nueve años. Era soltero y vivía con su anciana madre, a quien dedicaba su tiempo

libre. Me encantaba escucharlo. Sus finos modales me deslumbraban.

Guernica, era el destino del segundo día de excursión. Temprano, el Coordinador pasó a

buscarme y, en una sana camaradería, partimos hacia ese lugar tan interesante. Durante el

recorrido y en las largas caminatas, nuestra amistad crecía. Sin darnos cuenta íbamos

desgranando nuestras confidencias.


Fuimos a comer y se repitió la escena del día anterior; sólo que esta vez noté su mirada

penetrante buscando mis ojos Al principio me intimidó y luego comencé a devolverle esa

contemplación. En ese momento una llamada telefónica de Marcelo me sacó de esa

situación confusa.

Cuando regresamos al Hotel me ayudó a descender del minibús y sus brazos fuertes me

retuvieron un instante. Algo desconocido pareció sucederme y me ruboricé. César percibió

mi turbación, subió al móvil y se alejó.

Esa noche me costó dormirme. Quería pensar en Marcelo y nuestro matrimonio pero la

imagen de César se superponía. Estaba inquieta. ¿Qué me estaba pasando?...Nunca había

experimentado una inquietud así.

Al día siguiente, estaba programada la excursión a Vitoria, la capital de Álaba, que

prometía ser otra jornada encantadora. Ansiosa esperaba compartir otro paseo con César.

En la gira, se mostró educado en el trato y nuestra conversación, entretenida, se

circunscribió a los lugares y paisajes que visitábamos. Llegué a creer que se sentía

avergonzado por su actitud de la tarde anterior. Sin embargo yo seguía admirada por su

gentileza y su accionar de hombre correcto. La excursión fue rápida. Regresamos temprano

porque esa noche la agencia ofrecía una cena de gala a los turistas.

César se ofreció a acompañarme a la cena. Me sentía entusiasmada, parecía una

adolescente. Elegí la mejor ropa y me maquillé como no lo hacía desde mucho tiempo

atrás. La fiesta fue maravillosa y al finalizar, él me invitó a bailar. Danzamos largo rato,

con su rostro pegado al mío.

Cuando terminó la velada me llevó al Hotel. Iba callado, sólo cruzó algunos breves

comentarios sobre la reunión. Y al llegar, lo invité a tomar un café. No aceptó y sonriendo,

prometió tomarlo al día siguiente. Me besó ligeramente la mejilla y se marchó.

Entré a la habitación y parada frente al espejo, me observé. Me vi más joven,

desconocida. ¿Qué me ocurría? Era la primera vez, después de tantos años de matrimonio

que me sentía confundida. Aturdida, seguía frente el cristal sin verme, Hasta que el sonido

del teléfono me sacó del letargo. Entonces la voz cariñosa de Marcelo me volvió a la

realidad, preguntándome cómo me había ido en la reunión. Quizás percibió mi azoramiento

porque preguntó si me encontraba bien.

Esa noche me costó reconciliar el sueño. Dubitativa, pensaba en César y la próxima

excursión a San Sebastián. Un día entero con alguien que, sin pensarlo, me había

desorientado.

Como los días anteriores, el paseo resultó cautivante y el Guía se esforzó por hacerme

conocer todos los atractivos de la región. A esa altura, nuestra amistad había crecido en

camaradería; aunque su tratamiento era cada vez más tierno, sin dejar de ser respetuoso. 2-

.


Esa tarde, antes de regresar al Hotel, me invitó a tomar un café. Creo que ambos no

queríamos que culminara la jornada. Con la sensibilidad a flor de piel, conversamos mucho

rato y hasta llegó a tomar mis manos entre las suyas; sin llegar a manifestar el sentimiento

que ambos percibíamos.

Un tránsito complicado retardó nuestro regreso y antes de despedirnos le propuse: --

¿Cenamos juntos esta noche?—Me miró irresoluto. En ese instante, la puerta de la combi se

abrió y la figura inconfundible de Marcelo se recortó, a través de las luminarias.

--Hola Amor... ¡Llegaste! Hace rato que te estaba esperando— Y dirigiéndose a César le

consultó: --¡Hola! Mañana vamos a Pamplona ¿no?--

Perplejo, el Coordinador asintió con su cabeza y se marchó. Muda y cabizbaja, sólo

atiné a refugiarme en el abrazo cariñoso de mi marido.

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